La culpa puede ser un elemento complicado en la
relación entre padres e hijos, podemos hacer que ellos se sientan culpables y
luego nosotros sentirnos culpables por ello.
La culpa es una emoción interna, es lo que cada uno
siente cuando sabe que hizo algo mal y ha causado un daño a otra persona.
La vergüenza es externa y es lo que se siente ante
el juicio que otros emiten cuando se hace pública una transgresión.
La culpa o vergüenza son términos cargados
negativamente, lo que realmente importa es el modo en que los adultos ayudan a
los niños a reflexionar sobre sus errores con el fin de motivarlos a mejorar en
ellos.
La culpa es parte del desarrollo normal del niño y
una dosis apropiada de ella es bueno sin llegar a extremos de que el niño se
sienta culpable en forma abrumadora o se juzgue duramente a sí mismo
sintiéndose responsable de cosas que están fuera de su alcance como por
ejemplo: el niño que se culpa por las peleas de sus padres o su divorcio o que
se siente responsable por el sufrimiento de otras personas más allá de su
control.
¿Cómo
podemos los padres y educadores ayudar a que los niños desarrollen sentimientos
morales y de conciencia sin cargarlos de sentimientos oscuros y fatalistas?
Desarrollando la culpa constructiva, es decir aquella
que otorga al niño un sentimiento de empoderamiento, voluntad y determinación para
hacer las cosas diferentes y siendo capaces de tomar conciencia de sus errores
para enmendarlos.
Sentirse un poco mal por los errores, puede
motivarlos para procurar no volver a cometerlos pero vivir mirando atrás sobre
lo que han fallado o paralizarse por
ello no es productivo, sino doloroso y dañino.
Algunos niños son más propensos al pensamiento
negativo y a culparse a sí mismos “no hago nada bien” “soy un torpe”. Los padres y maestros hemos de ofrecerle
estrategias concretas para motivarle a mejorar, evitando reforzar dichos
pensamientos.
El mensaje que hemos de darle es que él decidió
hacer algo que estuvo mal y por ende tiene ciertas consecuencias, ayudándoles a
ser capaces de observar su propio comportamiento y sus relaciones
interpersonales para comprender lo que sí es su responsabilidad, sopesando
correctamente su conducta.
Lo relevante no debe ser que el niño se sienta
culpable sino enseñarle a enfocarse en lo que está bien y lo que está mal y
comportarse de acuerdo a esa distinción. Cuando no lo hacen arreglarlo con honestidad y
franqueza.
Fuente: https://www.nytimes.com/2017/11/27/well/family/a-healthy-dose-of-guilt.html (Fecha de consulta 01/12/2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario