miércoles, 21 de noviembre de 2018

¿Se puede cultivar el altruismo en los niños?




Por Claudia Schiappa-Pietra

El término altruismo fue creado en 1851 por el filósofo francés Auguste Comte (1798 – 1857) y proviene de la palabra “altruisme” para designar un acto solidario que se opone al egoísmo.


Es una actitud que define a una persona que se dedica a ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Un comportamiento que aumenta la probabilidad de supervivencia de otros incluso si ello significa reducir el propio bienestar.

Algunas investigaciones demuestran que el altruismo aparece en el ser humano al cumplir los 18 meses y es entre 3 y 6 años en que los niños se muestran sensibles a las necesidades de los demás, es decir es el periodo sensitivo para cultivarlo.


A esa edad es característico en los niños, el querer ayudar a otras personas y en algunos casos, ello ocasiona a ojos de los adultos, alboroto, por ejemplo, cuando todos quieren recoger lo que a la maestra de aula se le cayó, o secar con la toalla de visita la pintura derramada.  Lo que hay que valorar, es el propósito, pero muchas veces reaccionamos en forma negativa, priorizando las consecuencias y no la buena intención del niño.

A esa edad, son capaces de sentir compasión por el necesitado, por ejemplo, ven a un compañero golpearse e intentan ayudarlo o a un niño que le hace daño a otro y se solidarizan con la víctima.

El filósofo John Stuart Mill defendía que el ser humano no es naturalmente altruista, sino que necesita ser educado para llegar a serlo por lo que considerar que, si bien los niños nacen con predisposición a ello, el ambiente en el hogar y el ejemplo de los padres y educadores ejerce una gran influencia en su desarrollo.


También considerar que para cultivar el altruismo se ha de fomentar el pensamiento crítico, enseñando a los niños a cuestionar y cuestionarse, así como a respetar las opiniones contrarias.

 
Algunos actos altruista que se pueden cultivar en los niños son:
-  Enseñarles a ser generosos donando juguetes a los más necesitados.
-  Enseñar a un amigo que no entiende
-  Consolar al amigo
-  Visitar a los abuelitos
-  Visitar a los enfermos
- Hacer un postre, dibujo o un trabajo manual para un enfermo
  

martes, 13 de noviembre de 2018

Disciplina Positiva para criar niños sanos


Evidencias Científicas del Efecto del Castigo Físico y Humillación en los Niños

Ha quedado demostrado con evidencias científicas, que el castigo físico sean bofetadas, gritos, humillaciones, azotes, jalones de orejas y otros como métodos correctivos hacen que los niños sean más agresivos y que se vea afectada su capacidad cognitiva y autoestima, además de otros efectos.

Los pediatras de USA promueven un desarrollo saludable de los niños mediante la aplicación de lo que definen como disciplina positiva y lo que les ayudará a modificar su comportamiento y tolerancia a la frustración.

Tips de Disciplina Efectiva y Positiva para criar niños sanos

  1. Imitación. Enseñar a los niños la diferencia entre el bien y el mal. Ser ejemplo y modelo para ellos.
  2. Poner límites a la hora de poner normas a los niños, los padres deben ser claros y realistas para que ellos sean capaces de seguirlas. El lenguaje es fundamental. Hay que adaptarlo a cada edad para así asegurarnos que comprenden lo que se espera de ellos.
  3. Explicar las consecuencias de las conductas, de forma calmada y firme siendo capaces de explicar a los niños las consecuencias de sus actos. Por ejemplo: “Si recoges los muñecos ahora, podrás jugar con ellos después". Los padres deben ser firmes y no cambiar de parecer a los pocos minutos. “Nunca debes chantajear a tu pequeño con algo que realmente necesite, como comida”.
  4. Escucha a tu hijo. Espera que termine de explicarte lo que le ocurre antes de ayudarle. Si el comportamiento se repite, intenta razonar con él antes de decirle cuáles serán las consecuencias de su comportamiento.
  5. Prestar atención. La herramienta más poderosa para educar es prestar atención, ya que “refuerza los comportamientos positivos frente a los negativos”
  6. Fortalecer los comportamientos positivos. Los padres deben evitar fijarse exclusivamente en lo negativo.
  7. Ignorar un mal comportamiento. Puede ser una buena opción algunas veces, ya que puede otorgar al niño cierta autonomía para ser el mismo el que descubra las consecuencias de su mal comportamiento.
  8.  Cuando somos conscientes de lo que hace que nuestros hijos se comporten mal, nos hace ser previsores y reaccionar de una manera más calmada y firme.
  9. Reconducir el mal comportamiento, ya que muchas veces nuestros hijos se portan mal porque están aburridos, cansados o no lo saben hacer mejor. Intenta buscar otra actividad que el niño domine o con la que se lo pase bien.
  10. Tiempo fuera. Se aplica cuando una norma estipulada por la familia se rompe. La duración debe ser de un minuto por año del niño. Por lo que si el pequeño tiene tres años, serían tres minutos. Cuando son pequeños no se les debe dejar solos. También se puede intentar hacer que lo gestione el pequeño: “Anda a tu cuarto, yo te acompaño y cuando te encuentres mejor y más calmado, conversamos”.



Además de seguir estas pautas, los padres deben ser conscientes de que no es lo mismo hablar con un bebé que con un adolescente y que tienen que adaptar su lenguaje y normas según la edad de sus hijos”.

Con los niños de 0 a 3 funciona mejor el ejemplo, ya que aprenden por imitación y el lenguaje positivo; mientras que con más de tres, lo mejor es reforzar lo bueno e ignorar lo malo. Para los mayores de seis años, se recomiendan que cuando hagan algo mal, hablemos con ellos de las opciones buenas y malas que tienen ante esa situación problemática. En cambio, con los adolescentes aconsejan que se ponga en una balanza lo que esperamos de ellos y lo que son capaces de hacer y se actúe en consecuencia y de forma realista”.

En resumen, para educar sin azotes, gritos, ni humillaciones hay que considerar tres puntos fundamentales:
  • La escucha activa, que permite que tanto el niño como  nosotros comprendamos por qué sucede el mal comportamiento;
  • La empatía, para ser capaces de ponernos en el sitio del otro.
  • El respeto, para huir de cualquier vejación y así promover el desarrollo saludable del menor y fomentar las relaciones familiares sanas.